Desde chicos nos enseñan que los errores son algo malo. Sin embargo, sabemos que las equivocaciones forman parte de nuestro día a día, por lo que se vuelve esencial ser capaces de reconocerlas, entender lo que ocurrió e indagar sobre la información nueva que nos traen, es decir, aprender de ellas. Ésta es la única forma de crecer y seguir adelante. La experiencia y la práctica se construyen muchas veces de la mano del error.
Un concepto erróneo
A pesar de que los errores juegan un rol constitutivo en los procesos de aprendizaje, es muy difícil que la cultura corporativa y las organizaciones admitan este tipo de entrenamiento. Por eso, el primer paso es cambiar la percepción que tenemos sobre el “error”, antes de lanzarnos a sacarles provecho.
Amy Edmonson es académica y profesora de Liderazgo en la Escuela de Negocios de Harvard, especializada en trabajo en equipo y aprendizaje organizacional. Edmonson realizó un estudio en el cual detalla lo que se entiende por error y cómo las empresas pueden desarrollar una perspectiva más productiva con respecto a ellos. En Randstad Uruguay te compartimos algunos de los puntos más importantes de su fructífera investigación.
El primer error de los gerentes, paradójicamente, es pensar que aprender de los errores es un proceso simple y lineal. Es conocido el dicho que dice que “no debemos tropezar dos veces con la misma piedra”. En realidad, aprender de los errores, no es algo tan simple como recapacitar sobre lo ocurrido y asegurarse de que no se repita. Es común que bajo este pensamiento, los encargados realicen un informe y lo repartan en la organización, pero el trabajo con los errores no termina ahí.
“Yo no fui”
Para aprender de las equivocaciones, resulta de vital importancia que los líderes impulsen un cambio de paradigma, donde prime la aceptación y la apertura. El ideal a perseguir, requiere una estructura transparente frente a los errores. En primer lugar, comenzar a centrarse en el porqué del error y no en quién lo cometió. Si toda la información está sobre la mesa, será posible analizar lo ocurrido de forma periódica y visibilizar nuevas oportunidades.
Es común que a nadie le guste traer malas noticias. Estamos acostumbrados a que las equivocaciones sean penalizadas y por eso, nos resulta tan difícil ser abiertos a este respecto. En todas las organizaciones, es común que haya alguien en la habitación que detecte un error y por no contradecir a sus superiores o aguar la fiesta, termine optando por el silencio. Es clave entender que no hay noticias buenas ni malas. Sí, existen situaciones beneficiosas a primera vista y otras no tanto, pero es tiempo de comprender que todo guarda posibilidad de crecimiento y las equivocaciones forman parte de la experiencia, tanto así como los aciertos.
Los tres tipos de error
- Por desatención: Este tipo de error puede prevenirse. Suele ocurrir por una falta de atención o cuidado. Está relacionado con la sobrecarga de tareas y los procesos repetitivos.
- Errores complejos: Estos son los errores que no pueden evitarse, ya que son síntoma de diversos factores, personas y procesos. Sus causas son múltiples y están asociados al efecto “bola de nieve”. A largo plazo pueden generar mayores pérdidas.
- Errores inteligentes: Este es el tipo de error que una organización debe perseguir. Cuando se está buscando innovar en algún aspecto o dar respuesta a una situación de incertidumbre, los errores pueden ser ejecutados de forma estratégica y deliberada. Se trata de poner a prueba, aún cuando hay poca información o escasa probabilidad de éxito. A lo largo de la historia, este método ha dado lugar a caminos disruptivos, impulsando productos de vanguardia y negocios de avanzada.
Hoy en día, contamos con las herramientas suficientes para cambiar nuestra perspectiva. Si queremos que el aprendizaje de los errores sea una realidad y no un mero discurso, es necesario un cambio cultural. Si hay un deseo de evolucionar, las organizaciones deberán esforzarse por mantener conversaciones activas sobre el tema. Y vos, ¿cómo te sentís con respecto a los errores?