Según la Real Academia Española (RAE), la crítica es un examen y un juicio acerca de alguien o algo. Si bien esa acepción no establece una connotación negativa de por sí al término, lo cierto es que el juicio de valor que emana de la crítica necesariamente tiende a resaltar cuestiones negativas, situación que genera una reacción defensiva en quien la recibe.
Ahora bien, mientras que una crítica a secas se compone de un juicio acerca de lo positivo y de lo negativo que tiene su objeto (una acción, una situación, una obra, un discurso), la crítica constructiva suaviza sus términos con el fin de que aquello que se juzga sirva para mejorar y evolucionar. En otras palabras, mientras la crítica solo tiene el objetivo de juzgar para crear conocimiento o eventualmente no persigue fin alguno, la crítica constructiva está motivada y se expresa intencionalmente con la finalidad de generar un aprendizaje para logar una mejora.
En el mundo laboral, la crítica constructiva está muy emparentada con los procesos de retroalimentación o feedback. Sin embargo, mientras que el feedback refiere a un proceso de evaluación y devolución permanente y habitual, la crítica constructiva se presenta como un hecho aislado ante una situación puntual.
Así como la crítica que leemos en los diarios tiene un objeto particular, como una obra o una película, la crítica constructiva se refiere a una situación específica y única. Un problema complejo con el que debimos lidiar, una mala actitud en una reunión o una decisión conflictiva que tomamos pueden ser objeto de una crítica constructiva.
Una de sus características es que llega inesperadamente, ya que el que toma la iniciativa es siempre el que hace la crítica, a diferencia del feedback, que es esperado y reclamado por quien lo recibe. Por eso, al ponernos a la defensiva, la recepción de una crítica puede generar reacciones encontradas, ya que expone falencias propias, que al ponerse en palabras, nos interpelan, volviéndose más reales. Parte de la resistencia que genera la crítica constructiva tiene que ver con que las actitudes que son criticadas no se perciban como negativas por quien la recibe.
En el ámbito laboral, esta clase de crítica puede provenir tanto de un jefe como de un colega. Si el que inicia la crítica es un superior, la situación puede encausarse dentro de un feedback extraordinario. No hay que perder de vista que en estas situaciones entran en juego el reconocimiento que el colaborador necesita para estar motivado, pero también su autoestima.
Cuando la crítica constructiva viene de un colega, la situación en bien diferente, ya que allí la jerarquía laboral no tiene ningún papel y lo que se enfrenta es una relación de igual a igual en la que uno observa en el otro algo que considera criticable. La crítica constructiva aquí es una paradoja, en la que quien la realiza se pone momentáneamente en el papel del juez, moralmente superior y sin embargo su accionar crítico está movilizado por sentimientos de fraternidad o amistad, buscando que el otro mejore actitudes para, de alguna forma, evolucionar.
Cuando pensamos que hemos hecho las cosas bien, aceptar una crítica se vuelve un proceso muy difícil y pasional. Sin embargo, es muy importante no dejarse llevar por la primera reacción. Una crítica constructiva transmitida con respeto y palabras de aliento es una gran herramienta para mejorar y hacer que los demás mejoren.